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Yo sé tocarte,
con exactitud matemática,
el punto aquel de tu oreja,
para que te conviertas en una hoguera.
También sé que la simetría de tu cuerpo,
sólo es perfecta
si estás tumbado sobre el mío
porque nosotros, mejor que nadie,
encajamos como un seis y un nueve.
Sé del lunar que hay en tu pecho,
y que mi lengua, en ocasiones, hace de coseno,
porque lo que divide tu boca y mi boca
es una tangente
llena de ganas.
Sé que mi cama son dos partes
que se unen, cada vez que mis dedos recorren,
atrevidos, tu espalda.
Sé que lo prefieres encima,
que también te gusta de lado
pero que te mueres cuando estás abajo.
 
Sé lo mucho que te gusta un mordisco
y sé el momento exacto del día en el que
añoras mis dientes en tu cuello.
 
Yo sé la frase exacta que te hace temblar.
Y en eso se resume la poesía.
 
Sé que la ropa no es más que la antesala
que abre mis piernas
a la mejor fiesta del mundo.
También conozco tu debilidad
por mi dedo corazón,
tu obsesión con el pelo recogido,
y aquella fantasía tuya
que susurrabas en aquellos momentos nuestros.
Lo sé todo
porque elegimos no ocultarnos nada,
sino sacar a flote el placer
y empaparnos.
 
Sé todas las cosas que nunca sabrá.
 
Y tú aún no te has dado cuenta
de que mientras que para ella eres un viaje,
para mí eres un mapa
que me lleva de vuelta a casa.

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