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Teresa: 69

Todos los versos que te había escrito
          por mi mano, quemé;
las cenizas, cumpliendo nuestro rito,
          piadoso derramé
sobre ti, a lia puesta del sol, hora
          de nuestro amor;
blancas alitas de zarzamora
          cuando está en flor
mezclé con las cenizas y caían
          pausadas sobre di;
abejas con su vuelo me decían
          lo que al fin comprendí.
Quemé sobre tu tierna aquellos versas
          que tú hiciste brotar,
bien sé que hay infinitos universos
          que han de resucitar
de esas cenizas y esas blancas flores
          ajadas de pasión
al acabarse el tiempo y sus dolores
          de nuestra creación.
Bien yo sé que nunca muere la colmena,
          que es eterna la miel,
que pava el alma que vivió su pena
          el Señor siempre es fiel;
bien sé, por fin que es divina la tierra
          que guarda tu beldad,
y sé que el cielo en la tierra se encierra
          por toda eternidad!

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