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La muerte del amo

A veces era múltiple y fragante
otras un hombre individual a solas.
 
Hubo días donde la duda se tragó mi palabra.
Hubo días donde, sin humildad, la certeza
hacía de mis palabras un muro de silencio.
 
Fe tuve fe y até cabos.
Fui un hermoso caballo
despeñándose
por el desfiladero
de las sombras.
 
A veces me compraban y yo me vendía.
 
Una gota de sangre hoy
por una gota de dinero a fin de mes.
 
Y así me desangraba
siempre antes de llegar.
Sin sangre en las venas
sin pasiones fuera de mí
sin fuerzas
para reclamar lo prometido:
mi salario.
 
Y sin embargo, me vendía
tenía amos por doquier y
sólo una pasión
que entre mis palabras
agonizaran sus poderes.
 
Y era hermoso ver
a mi pequeño amito desesperado
cuando nos descubría hablando.
Ella y yo, desnudos al viento.
Mi cuerpo clavado en su cuerpo
como locuras, aún, enamoradas.
 
Por fin la libertad
corcel enfurecido
en su galope
no dejaba en mi piel
restos de servidumbre.
Otras obras de Miguel Oscar Menassa...



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