Te veo entre la bruma, como una luciérnaga lejana que trata de comunicarse con una luz tenue,
te veo desvanecerte como una supernova en mis momentos de sopor mientras mi pecho arde ante la confusión de desconocerte-me.
Parece que la efervescencia de un amor que creímos quimérico nos sedujo sin cuestionamientos y ahora, como consecuencia de esa ingenuidad,
morimos con las armas en las manos en una guerra que parece no tener tregua.
Yazco fría en una cornisa oscura donde te veo llover como una nube negra que se disipa en el concreto frío y distante,
me resquebrajo mientras me despojo de la confianza y la sonrisa que me acompañaron en aquellos tiempos felices de gusanos de seda y cafés a deshoras.
Construí un altar con las que, para mí, eran las verdades absolutas que me daban tus ojos y la fuerza que me daba tu mano tibia y contundente sobre la mía,
ahora me siento ajena a eso que nos hacía ser.
Te juro que lo intento, pero el embate de las decepciones me gana en fuerza y más que culparte, me culpo por divinizarte y por no amarte tan humano como realmente eres,
ese atributo lo dejé solo para mí y terminé castigándome injustamente por creer no cumplir con los desafíos que eso conllevaba.
Ahora, cuando la tristeza es más tangible que el ensueño que gravitamos con inocencia,
no encuentro tierra firme y la sensación de orfandad es lo único grabado de certeza.
Hay una niña meditabunda que muere dentro de mí bajo el velo insensato de las alegorías de las nutrias, los columpios y la tiza de una rayuela derretida en el suelo de un parque lejano al que nunca fuimos.
Además de esa sensación fatal en la que perece ese símbolo de amarnos desde la infancia,
Todo esto me hace repensar en el tinte apoteósico que dimos a sentimientos que, son tan humanos, como efímeros.
¡Ayúdame! Dime de dónde saco la fe, y sé que la fe no necesita de razones,
pero la razón no me permite construir camino con los vientos que me ha dado tu amor, que, aunque fuertes e intempestivos son casi intangibles y se escapan ipso facto luego de tocar mis manos.
¡Sálvame!, devuelve el tiempo, porque no logro distinguir entre lo que es real y lo que no,
tus palabras son aliciente, pero tus ojos mienten.
No logro recordar el gozo de encontrarnos entre tanto dolor, entre tanta gente,
hoy somos una pieza más de las desventuras de un mundo deshonesto y limitado.