When your hands leap
towards mine, love,
what do they bring me in flight?
Why did they stop
at my lips, so suddenly,
why do I know them,
as if once before,
I have touched them,
as if, before being,
they travelled
my forehead, my waist?
Their smoothness came
winging through time,
over the sea and the smoke,
over the Spring,
and when you laid
your hands on my chest
I knew those wings
of the gold doves,
I knew that clay,
and that color of grain.
The years of my life
have been roadways of searching,
a climbing of stairs,
a crossing of reefs.
Trains hurled me onwards
waters recalled me,
on the surface of grapes
it seemed that I touched you.
Wood, of a sudden,
made contact with you,
the almond-tree summoned
your hidden smoothness,
until both your hands
closed on my chest,
like a pair of wings
ending their flight.
Translation by A. S. Kline
Los versos del Capitán
Login to comment...
Alfredo Jiménez G.
almost 4 yearsDesde su adolescencia Pablo Neruda recorrió los caminos en pos de una caricia presentida desde el bosque encantado de sus anhelos. Creyó encontrarla en unas manos que engendraron otras manos, pero se dio cuenta que por ellas "tendrían que matar las manos 'suyas' "... entonces besó y se fue para siempre.
Hubo otras, espejismos ilusorios que por un tiempo le parecieron su afortunado hallazgo. Unas manos prohibidas por las que escribió "los versos más tristes 'una' noche". Otras que fueron garras y pretendieron extrangularlo. O bien, mientras dormía en una remota embajada de Rangoon, recorrían su cuerpo empuñando un cuchillo.
Las manos blancas, finas e insensibles de sangre holandesa que ostentaron por un tiempo una argolla de matrimonio, le mostraron la frialdad del mundo. Pero otras manos bellas, diestras con el pincel, lo reconciliaron con la vida, antes de estrechar las suyas en una necesaria despedida.
Pero he aquí que llegaron a su tiempo, como palomas, las manos de su caricia presentida. Anidaron en su pecho y se quedaron para siempre. Neruda iba a hablar de ellas con frecuencia en sus siguientes libros. Eran de tacto sencillo pero firme y de una sensualidad tan poderosa, que el Poeta había de escribir en su soneto de amor XXVII "Desnuda eres tan simple como una de tus manos".