Cargando...

Hablando por mi

Regresaste a la poesía, algo debe andar mal en ti, si solías decir 'soy muy feliz para ser poeta’ y mírate ahí, leyendo amores y desamores ajenos, en los que seguro encuentras un poco de su cara, un tanto de tu vida, ahí en ese flojo sillón de siempre, teñido de tus lágrimas, gastándote  la tinta en palabras que después de un tiempo te parecen vanas, la rutina de siempre,  bajo la ventana mirando las afueras sólo de reojo porque el mundo con el que seguro sueñas no se mira desde ahí, pero tu único consuelo es la luna, que te aguarda, que sólo calla y te aclama.

Nada va muy bien, como siempre, se lee en tus ojos aquella última palabra que en tu mente calma… y los sentimientos se derraman por las comisuras de tus labios aún cerrados, de nuevo callas, hablas mucho, pero callas más de lo que hablas. Huyes, odias los lugares concurridos, o eso dices, sé que es sólo tu descontrol, que no sabes cuándo brotaran las lágrimas en tus ojos y preparas un ambiente solitario para cuando decidan rodar por tus mejillas sin pedir permiso.

Estás usando esa máscara, la de las heridas, esa frase de ‘’estoy cansada’’ que evade más preguntas… tú sólo estás cansada de sentir. Tus ojeras me lo dicen también, no has dormido, el insomnio ha regresado y no se va hasta las cuatro de la mañana, porque los pares siempre te parecieron significativos, aunque prefieres los nones.
Tu sonrisa, la más seria y tu voz a secas, ya sin tu inconfundible tono emotivo…

Desequilibrio, otra vez. Mírate, leyendo mientras haces ese extraño movimiento de frotar tu uña en tu dedo índice siguiendo esa pequeña cicatriz de caminos fallidos, cómo lo haces cada que pasa algo que no cuentas… o tus manos perdidas en el enredo de tu pelo, que lo pintas de color para que no todo en ti sea gris… la ansiedad que habita en tu quijada en tiempos tristes.

Evitas lo que antes con ilusión esperabas, dices odiar lo que amabas, y no es eso, es que amas, es que tienes miedo de arruinar aquello esperado y entonces de verdad odiar. Eres muy cobarde, yo lo sé, le temes a la mayoría de lo existente, y te intriga lo inexistente… pero eres muy valiente al pretender estar bien frente a quien te mire, y siempre contestas igual ‘’estoy muy bien’’, aún cuando lo dices con los ojos inundados en ayeres, que ingenua que eres…

Volviste, al ritual de las letras en papel con el que pretendes sanar, una vez más. Al ritual de los días sin salida con fuego alto, olores apacibles y las noches de desvelos con notas desordenadas por todas partes, que siempre consiguen verse ordenadas al compararlas con tu sentir. La oscuridad, que piensas te vuelve invisible, pero sólo consigue apagar tu reflejo, a esa oscuridad que culpas del cansar de tus ojos aún cuando sabes cuanto es que lloraste…

Te gusta andar descalza, sentir el frío en tus pies, para exagerar el calor de las cobijas y engañar a tu cuerpo de contacto humano, aún cuando el verdadero contacto humano te rodea entera, lo evitas, te sabes un globo entre alfileres y bien sabes que bastaría con un abrazo para estallar en emociones.
Ya crees en el invierno, antes tenías ojos sólo para la primavera, y en ocasiones para el otoño, sientes el frío penetrar en tus huesos ajenos… esperas el inicio de la semana sólo para decir –vuelvo por la noche–, pero jamás irte, quedarte inerte desde donde se mira el cielo y soñar que eres ave, que entre el sol vuela… ahí en dónde nacieron todos esos escritos sobre caminos nuevos que no existen.

Respecto a la semana, has elegido nombres nuevos para nombrar a los días, a todos los llamas domingo; los domingos son feos, nunca te gustaron, siempre te parecieron aburridos, grises y solitarios, pero así los has renombrado tú, y sólo esperas que un día se rebele y decida llamarse jueves, si más… esperas realmente un jueves 11 de noviembre, con noche de luna llena. Eso para ti, significa esperanza.

Nadie cree cuando dices que nada pasa, te he visto tomar bebidas amargas, y sé que sólo lo haces como consuelo, para probar que retomar tus penas, no es lo más amargo que se puede hacer.

Sé quién eres, sé cómo eres, aun cuando todos parecen desconocernos. Soy yo, la del pasado que anhelas, y eres tú, la que ha regresado a recordarme cuando más sola me sentía, y es que sin mí, tú no serías, y sin ti, yo no volvería a ser, eres hoy la triste, pero me harás volver.

(2014)

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Pawlina Shalin...



Top