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Voltéame cada tanto

Contrario a lo que le sucede a la mayoría de las personas que conozco, a mi me gusta que me lleven la contraria. Aunque si lo formulo mejor, más que me gusta que me lleven la contraria es que me gusta cuando puedo ejercer el lado opuesto a algo, cuando encuentro un oponente que hace resistencia a mis ideas o acciones, me encanta cuando me ofrecen una propuesta y puedo decir “no, yo prefiero que sea de esta manera”. Me resulta excitante que mi energía se active en función de chocar en el universo contra otra energía que viene en contra. Que siempre me sigan, fieles a lo que digo o pido, se vuelve aburrido, prefiero cuando entre todos nos encontramos en el caos de un encontronazo y nace una nueva realidad inesperada.
Hay un caso particularmente especial que me hace pone flojito de placer, feliz, me da plenitud. Y es cuando estoy dumiendo con mi pareja y ella se acomoda en la cama, tocándome o tomando posesión de un espacio que yo visualizaba como mi propiedad para un posible movimiento de cuerpo a futuro. Es decir, ella me cambia la estrategia de sueño. Cuando eso sucede, empiezo a oponer la invasión física del ser amado. Yo juego haciendo movimientos más grandes y atormentantes como por ejemplo, ponerle mi cabeza sobre su rostro suavemente, hasta que la hago toser, y por ende retroceder en su manera irresponsable de tomarse mi espacio de la cama. Además, otra de mis maneras para llevar la contraria en ese momento es dejar un pie fuera de la cobina por unos 5 minutos, hasta que se ponga frío frío. Y luego, abruptamente le pongo el pie entre las nalgas, como buscando calor. Siempre logro que dé un salto tan grande que me da tiempo de cubrir con mi cuerpo zonas de la cama que de otro modo serían inaccesibles. Eso si, no siempre gano. De hecho no me importa ganas. Casi siempre ella termina cayendo sobre alguna parte de mi cuerpo que al rato se me debilita, durmiéndose, por el corte de la circulación sanguínea. Pero mi gran gloria es el juego, la estrategia, el tiempo que uso en hacer que lo instrascendente reine en mi cotidianidad. También me gusta este ejemplo en particular porque entre un movimiento y otro, casi siempre termino teniendo sexo de madrugada, intenso y con los sentidos adormecidos, una de las experiencias más placenteras de la vida.
Me gusta llevar la contraria de quien me lleva la contraria, no para ganar, sino para jugar. Para terminar, como en el caso que conté, en un orgasmo de conocimiento y experiencia que me permita reconocer que lo inesperado y lo que está fuera de mi control siempre tiene mucho para mí, para aprender.

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