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Escóndete, caracol: no asomes tus cuernos largos. Cuando salgas de paseo no saludes a los pájaros, ni con otro caracol
Porque no saben quererte me dicen que eres muy fea. Duerme... Duerme... Duerme, que te coge el gato y las tijeras muerden.
Le doy al niño de Chile la nueva patria que tengo: limpia y olorosa a limpio, patria dispuesta a quererlo como me quiere ella a mí,
Con sus pichones la codorniz a la sabana viene a dormir. Un perro ladra
En la Sierra Maestra, con el paisaje, se alzó su vide noble, creció su sangre. Sembrador, guerrillero,
Al mediodía, cristal el agua, cristal las hojas, cristal el día. Cristal, cristales,
De parte del aguacero que cubran con un paraguas al retoño del almendro. El coralillo rosado debe prestar atención:
—Venga, venga, salamandra: ¡abra la puerta, saque la gata, busque la escoba, limpie la casa!
Cua cua, cantaba la rana, cua cua, debajo del agua. Pasó una paloma:
Siete relojes, siete semillas, siete pelotas y una sombrilla. Siete burbujas,
Yo tengo un sombrero alón donde cabe un aguacero, y botas que reconocen los caminos del vaquero. ¡Qué bien te sabré domar,
La Sierra Maestra ¡tan alta, tan grande! ¡tan brava, tan bella! De roca para el tirano; para el patriota, de miel.
¡Que ruede la rueda de pan y canela! Que llegue al campo, que busque el trigo, que diga al agua
En el río San Juan vive un pececito que aprende a nadar. Sobre el Yumirí —iris diminuto—
El cielo es un espejo y la gaviota suelta su vela blanca desde la costa. Marinera del aire,