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Dejad que la alabe

¿Existirá? ¡Quién sabe!
Mi instinto la presiente;
dejad que yo la alabe
previamente.
 
Alerta el violín
del querubín
y susceptible al
manzano terrenal,
será a la vez risueña
y gemebunda,
como el agua profunda.
 
Su índice y su pulgar,
con una esbelta cruz,
esbelto persignar.
 
Diagonal de su busto,
cadena alternativa
de mirtos y nardos,
mientras viva.
 
Si en el nardo canónico
o en el mirto me ofusco,
Ella adivinará
la flor que busco;
y, convicta e invicta,
esforzará su celo
en serme, llanamente,
barro para mi barro
y azul para mi cielo.
 
Próvida cual ciruela,
del profano compás
siempre ha de pedir más.
 
Retozará en el césped,
cual las fieras del Baco
de Rubens;
y luego... la paloma
que baja de las nubes.
 
Riéndose, solemne;
y quebrándose, indemne.
 
Que me sea total
y parcial,
periférica y central;
y que al soltar mi mano
la antorcha de la vida,
con la antorcha caída
prenda fuego a mis lacios
cabellos, que han sido antes
ludibrio de las uñas
de las bacantes.
 
Que me rece con rezos abundantes
y con lágrimas pocas;
más negra de su alma
que de sus tocas.

#EscritoresMexicanos (1919) Zozobra

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