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Adoración

Con el beso solemne que la Aurora
a la Tierra le ofrenda
antes que el Sol asome su cuadriga
y los cielos encienda,
 
me incorporé en el lecho, ensombrecido
con una tenue claridad de ermita;
y extático quedéme, mudo, a solas,
llena de goce el ánima precita.
 
Allí, sobre la albura delicada
del odorante lecho,
como una flor de vida, del embozo
brotaba el alto pecho.
 
Admiré por lo regia su garganta
—un prodigio pagano de eburneces;
y puse la mirada codiciosa
en sus ojos (fulgor), sus labios (preces).
 
Devorado por fiebres juveniles
de posesión sin freno,
con trémulo ademán quité el embozo
que le llegaba al seno.
 
de rodillas, cruzadas las dos manos,
en forma trunca, misteriosa, interna,
oré por la materia que palpita
y es por su euritmia corporal eterna.
 
Adoré en sus desnudas inflexiones
como artista y profano,
y bendije el buril sabio de Scopas
con impudor pagano.
 
Y, rindiéndole culto a la Belleza
en un credo satánico y sin norma,
abrió los ojos, alumbrando al día;
agitó el cuerpo, y renació la Forma.
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