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Parábola del mudo dolor

Erguido bajo el beso de plata de la luna,
como si fuera un mito en piedra cincelado,
estático, sin ojos, sin voz y sordo estaba
ante el desnudo sexo, como un sueño de mármol.
Ella enarcó su cuello con gracia de serpiente;
mostró los frutos lúbricos de sus senos intactos;
y así, desnuda y grácil, tentadora y magnífica,
enroscóse a su cuerpo, y le besó en los labios.
El vio morir el bello fulgor de sus creencias,
y vacilar su firme virtud bajo el brazo.
Su voluntad flaqueaba con la visión del sexo.
Pero evocó el recuerdo de un gran amor lejano,
y presintiendo un nuevo dolor, se irguió inmutable
y estático, lo mismo que un dios petrificado.
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