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Pequeña oda a la soledad

A Miguel Ángel Mondragón Ruíz,
quien se propuso acompañar mi soledad.

¡Oh, soledad que me acompañas
en este samsara interminable!
 
Persiguiendo cualquier grieta o vacío de mi yo.
 
De pie frente a mí.
Poblando de fantasmas
las cuatro esquinas de mi casa.
 
Soledad amiga de la noche y del silencio.
 
De los grandes espacios
y de la sinuosidades del abismo.
 
Amarga cicuta. Preludio ineludible de mi agonía.
 
Te paseas con tu olor a muerte
sobre el rostro de los agonizantes.
 
Oh, soledad que me acosas
espiándome desde dentro.
Aplastándome con el peso de una lápida.
 
Imposible evitar lo inevitable.
 
Te veo venir casi desnuda
provocando una ola de estupor en mis entrañas.
 
Tómame de la mano y llévame contigo.
Ayúdame a cruzar sin miedo
la delgada frontera de lo desconocido.
Otras obras de René Dayre Avella...



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