Poco interés presentan estas cosas
para un Concilio, que otras más urgentes
—la talla de los ángeles, las fuentes
del Edén–, y sin duda, más valiosas
apremian sin cesar. Insisto empero
para que tenga sitio en los altares
este mártir de arenas insulares.
Por textual, su milagro verdadero
dio presa fácil a los cabecillas
y a los sarcasmos que, de tanto en tanto,
interrumpen las furias amarillas,
las madres del exilio y del espanto.
Es por eso que a Roma, y de rodillas,
iré a exigir que lo proclamen santo.