Almer

Sensación vs Preguntas

Existe una sensación... y existen preguntas.
Ambas asustan, pero sé con certeza que las preguntas duelen más que la sensación.
Es esa sensación de pérdida, cuando sientes que se te escapa de las manos esa persona
que un día te regaló mil sonrisas, carcajadas y emociones infinitas.
Sentir que la pierdes duele, sí...
pero duele más no saber por qué.
 
Y ahí llegan las preguntas, una tras otra:
¿Fue mi culpa?
¿Hice algo mal?
¿Le molestó algo?
¿Por qué todo cambió?
 
Preguntas que desgarran,
que se clavan como espinas porque no tienen respuesta,
y aunque quisieras resolverlas, sabes que la única forma
es acercarte a él y preguntar: ¿Qué pasa?
Pero eso es más difícil que todo lo anterior.
Porque tal vez nunca hablaron del tema,
tal vez no hubo discusión,
solo miradas que antes brillaban y ahora duelen,
momentos compartidos que se han ido esfumando,
hasta llegar al punto de evitarse...
por miedo a una conversación que ambos saben que es necesaria.
 
Una conversación que podría ser tormenta,
que podría revolverlo todo,
que tal vez saque lo peor,
pero también, tal vez,
sea la única forma de encontrar paz.
Porque ya nada es igual.
Y mientras más tiempo pasa,
más se abre la herida,
más surgen preguntas,
más crece el silencio.
 
Pero... ¿cómo hablarle?
¿Cómo acercarme si hace tanto que no cruzamos más que un “hola”?
¿Cómo abrir un corazón que ya se ha empezado a cerrar?
 
Esa charla es inevitable.
Llegará como tormenta,
con sentimientos que chocarán como rayos,
con verdades que dolerán como truenos.
Pero solo así se sabrá si queda algo,
si todo fue un malentendido,
si aún hay amor o solo recuerdos.
 
Porque esa sensación,
y esas preguntas,
no se disuelven solas.
Solo se calman cuando por fin estalla la tormenta,
cuando se dicen las palabras que liberan,
y el paisaje oscuro, poco a poco, empieza a tener luz.

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