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A los hijos bastardos de mi comandante

Ser revolucionario se puso de moda
junto al jean descaderado y las tetas de silicona;
tomar té verde y fumar marihuana en los Coffe Makers de Ámsterdam
ya no era cool; pues la depresión de la posguerra
había sido olvidada junto al odio de los judíos y los libros de superación.
Al poeta le robaron la libertad de sus letras
y los neo hippies del 3er mundo formaban alianzas con un Black Berry,
vestir una camisa roja y llevar la barba china cuando se fagocitaba
Marxismo en el pub; era la Idiosincrasia del acné
cuando se departía sobre cómo rescatar al proletariado
de la filosofía autogestionaria de la cual se mofaba el American Dream
Los zurdos eran la mano derecha de los países hermanos
y el Capitalismo se preocupaba porque a las 12:30 eran las noticias Colombianas
Simón Bolívar tomaba café y leía Guerra de Guerrillas en el siglo XXI
para así fantasear en sus sueños húmedos con una Latinoamérica unida.
En los Países Bajos ya no había ideales propios por los cuales luchar
y la raza Aria emigró a países sub desarrollados
a cambiar los cultivos de café por coca
y ahorcar los hábitos campesinos con ideales camuflados y un futuro mejor
para vestir su revolucionario culo con una bandera enajenada e impropia.
¡Qué los hijos bastardos de mi comandante
hasta el sol de hoy llevan con orgullo en el brazo izquierdo
mientras de esta misma brotan lágrimas de sangre!

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