¿TODAVÍA AQUÍ?
¿Aún tienes el tupé de visitarme en mis sueños?¡Vete! y llévate contigo tu osamenta y sus hedores, mujer.
Mírame a los ojos y observa dentro de mí, ¿Acaso no ves que estáis muerta? Allí yaces... mira, continúa mirando en mis ojos. Eres esa, la de que está con la lengua afuera, fría y vífida.
Deberás volver a leer mis pensamientos, ya que esta vez no voy a dilapidar palabra alguna.
He liberado mi espíritu de la cadena que a tu roca en el pecho me tenía esclavizado.
Ya no zozobraré en tus ríos de lágrimas de cebolla ya que mi nave está incandescente a estas alturas.
Pues tampoco volveré a sangrar por mis oídos con esas carcajadas asquerosas semejantes a las de alguna vieja cabaretera, tormentos punzantes con pronunciado filo.
Ya se ha caído el manto de nuestra confianza, ergo, nuestra incompatibilidad es matemática y no deja espacio para mi prosa humilde ni para tus versos embusteros.
Te cuento que mis entrañas me otorgaron las fuerzas suficientes como para asomar la cabeza del agujero y comprender que eso que celosamente compartíamos se hizo arte poético; entonces adiviné que, como el viento, hay otras formas literarias que me envuelven y me elevan a ese nimbo canábico y abstracto, donde las deidades del alfabeto me invitan una calada.
Tu, con tus ínfulas de divismo agrietado e inexacto tan distante a mis palabras de amor.
¡Hello, BLACK VIRGIN! Heme aquí de pie, entero y fresco. Encontré una chispa amiga que de mis ojos ha hecho un incendio, que a ti, mujer de hielo derritió tu Gomorra uterina, esa que hacía de mí un tiranizado de tus preceptos.
Ahora comprendo el porqué... querías hacer de mi el guardián de tus tesoros de barro, paja y excremento.
Dime ahora, pétalo seco. ¿Cómo harás para que te dé el valor de (aunque sea) una sola lágrima?. Eso ya has sido, lagrimas que con el tiempo, se habrán perdido... para siempre.
