Corren los suspiros en este inmenso lugar con la esperanza de tus oídos alcanzar, la desesperación de mis manos por escribirte poemas de verdad, solo llego a versos sin continuidad que rozan mis sentimientos y destruyen mi pensar; si nuestras siluetas se dibujaran en el horizonte o en la aurora boreal, volaríamos con el viento y caeríamos como las hojas secas en el suelo sin cesar, danzaríamos entre la notas de un piano y descansaríamos en otoño día, tras noche sin parar…

Las estrellas se volverán un universo nuevo que debamos habitar, renaceríamos en la luna de cristal, ¡¡Qué más quisiéramos dulce hada que salir de esta eterna obscuridad!! que aterroriza nuestras miradas y a nuestras almas no las deja pasear, viajando hacia las nubes y nadando en el lago de la felicidad, restaurando los recuerdos que nos mantienen vivos en este verano infernal; mientras las gotas de rocío nos encapsulan en la distancia que nos ha de separar…

Este desasosiego que fluye y cubre la imaginación, asfixiando la poesía de aquel viejo escritor que derrama una lagrima por cada línea que sale de su corazón, tapizando sus manos de tinta y su garganta de un amargo y dulce sabor; cada terrón de azúcar es un poema distinto para él, mientras que ese violín suena y el montón de hojas blancas caen a su alrededor, tocándose la cabeza por que le hace falta una cortina de numen o esa figura que se ha vuelto su estro…

En cada sonrisa se dibuja un soneto sin igual, mientras en su piel se tatúa la imagen de una mujer peculiar de cabellos cósmicos y de una mirada tierna que hace detener al tiempo y a la lluvia hace suspirar, convirtiendo a un poeta loco en un poeta ambulante de verdad, qué se pregunta cuantos recuerdos habrá dentro de una taza con café y en la compañía de una bella mujer…