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Elegía vigente, 1989

A mis dos abuelas, Valeriana y Natalia.

Una noche,
mientras cenábamos,
mi padre nos dijo:
mañana me iré de madrugada.
 
Se fue el día en que todos parten
y se quedaron sus zapatos viejos,
debajo de la cama de mi madre,
esperándolo veinte años.
Desde entonces el pan de los viernes
tiene algo de nostálgico.
 
Yo no tenía los suficientes años
para entender el silencio de mi madre mientras planchaba,
ni supe si alguna vez lloró cuando me dormía.
 
Desde mis ojos rodaron mis primeros años,
y me quedé huérfano de júbilo,
aprendiendo las extrañas sílabas del dolor
en otros labios que no fueron los de mi padre.
 
Ahora voy acongojado por los caminos
como un pájaro bajo la lluvia.
Entre mis manos hay un profundo silencio,
y entre una y otra palabra
yace una vertiginosa distancia.
 
Madre,
¿por qué lloras?,
¿quién nos ha condenado a la tristeza?,
¿a quién tengo que reclamarle la angustia de tus ojos?
 
Padre,
veinte años,
veinte terribles años,
no son suficientes para dejar de extrañar tu olor a madera;
tu perfume de aserrín de carpintero,
las inciertas líneas de tus manos como las de un mapa,
tu voz grave y certera que llenaba la casa,
tus brazos fuertes y absolutos.
 
La guerra se llevó más que un padre,
se llevó la sonrisa de mi madre,
los cuentos nunca escuchados de mi infancia
y el abrazo fuerte de un hombre a su hijo.
 
Nos quedamos solos,
mi madre dos veces madre
y yo
caminando por la orilla de un desierto que nunca termina.
Solo fuimos el bosquejo de dos manos a punto de tomarse.
¡Ah, el recuerdo que hoy nos lava los ojos!
¡Ah, los pájaros que nunca nos trajeron noticias!
¡Qué alegres pudimos haber sido los tres!,
pero no todos los viajes vuelven.
 
Después de tantos calendarios nada ha cambiado,
la muerte es absurda y cotidiana,
por ello he asimilado cada dolor ajeno
y lo he hecho mío,
muy mío y sin reparos.
 
Aquel hermano era mi hermano,
aquel padre era mi padre,
aquel hijo era mi hijo,
aquella madre era mi madre:
ESTOS MUERTOS SON MIS MUERTOS,
yo los amo y los protejo
porque su sangre es mi sangre;
su corazón es una fracción del mío
 
Cierto es que ninguno volverá,
pero la lucha es para que nadie más se vaya.
Preferido o celebrado por...
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