BABOSAS EN OTOÑO
Me desperté súbita anhelando mis babas sudorosas
de las templadas noches de la primavera.
Estremecida,
busqué las peligrosas sombras de pisadas
que en sueños me acosaban.
Ya no estaban. Se habían ido.
Comprobé la sequedad extrema de mi piel
y añoré mis humores corporales.
Cuando el estío aprieta, la tierra se seca,
la piel se resquebraja.
Si no hay lluvia no hay llanto,
si no hay llanto no hay cuerpo que camine
reptando en la intemperie.
La pesada atmósfera
tiene hoy olor a estiércol y sensación de féretro.
Aquí abajo las lombrices cavan a deshoras
e interrumpen el descanso.
Benditas lombrices, pienso,
que rompen mi rutina.
Entonces me consuelo:
llegará el otoño
y habrá motivos suficientes
para pensar que es estupendo haber sobrevivido.
¡Ardo en deseos de deslizarme,
sensual, majestuosa,
sobre una inmensa alfombra de hojas amarillas!
De VER S.O.S (2019)
