Esta noche no hay luna.
Esta noche hay infinidad de estrellas.
Hay una, al este de mi balcón, que brilla más que todas.
Se me antoja que es mía, o para mí.
En todo caso, no me atreví a bautizarla.
Sólo a contemplarla, como ella está haciendo conmigo.
Me mira fijamente, incansable.
¿Será que me tiene un mensaje?
Me recuerda a una complicidad infantil que teníamos mi madre y yo antaño; muy antaño, y que por alguna razón, nunca he olvidado.
“Estrellita, Estrellita,
yo tengo un ojo de pescado
más grande que tú,
que se caiga él
y que brilles tú”
(Y se cayó).
¿Tal vez eres tú, mamá, que me miras y me hablas a través de esta estrella?