Antonella Magliocco

Lo vi salir de su casa, frente a la terminal de micros

Lo vi salir de su casa,
frente a la terminal de micros,
con la mochila rota en la espalda,
y un cigarro a medio encender entre los dedos.
La gente pasaba a su alrededor,
como si nada fuera importante,
como si los micros fueran solo micros,
y no el final de algo.
 
Se detuvo,
miró el suelo por un segundo,
y luego levantó la mirada.
Había algo en sus ojos,
pero no supe qué.
Ni siquiera estaba seguro de que él mismo lo supiera.
Tal vez solo estaba buscando algo,
un boleto que se le cayó o una respuesta que nunca llegó.
El sonido de los motores,
el ruido de los pasajeros entrando y saliendo,
se mezclaba con algo mucho más fuerte:
el silencio entre nosotros.
 
“No me voy, ¿sabes?”, dijo,
como si hablara más para sí mismo
que para mí.
Su voz sonaba rasposa,
como si el aire estuviera denso,
como si cada palabra le costara.
Y yo lo miraba,
tratando de entender,
pero no entendía nada.
 
El sol pegaba en su cara,
pero no se inmutaba.
Se encogió de hombros,
como si esa fuera la forma de decir adiós
sin decirlo.
No era la primera vez que lo veía irse,
pero esta vez había algo diferente,
como si la despedida estuviera ya escrita
en el mismo aire que nos rodeaba.
 
“¿Vas a quedarte?”, me preguntó,
pero no esperaba respuesta.
Sabía que no había nada más que decir,
y se dio la vuelta,
caminó hacia el micro que lo esperaba
como si ya no importara.
Y yo me quedé ahí,
viendo cómo se subía,
sin una mirada atrás,
como si lo hubiera hecho mil veces.
 
Y los micros seguían pasando,
y yo seguía parada,
y él, al otro lado de la ventana,
ya no era más que un rostro lejano.
Me di cuenta de que, quizás,
jamás entendí de qué iba nuestra historia.
Solo era eso,
una parada más,
un micro que se iba,
y un adiós que nunca dijimos.

Autres oeuvres par Antonella Magliocco...



Haut