Espiral
Afluentes que en el desembocar
de los mares, abastardáis el plomo
que os pesa en vuestro nosotros
de derivas saturadas de islotes,
grutas que por el tamaño
de los apretados puños que se levantan
agrupando el sabor, el olor, el calor
de un dolor molar, se despeja
del huracán el cielo mudo del ruido,
sonoro canto de pájaro, ave alada
de tenencia.
Mover un concierto de océanos
y fruta fresca en la zurda donde
la arboleda plantó la sencilla forja
del toreo del diestro,
en ocasión de subtítulos
para el deseo del sordo,
merecedor de los torrentes
que por la colina abajan por espesuras
de selvática amazonia, y plurales,
y singulares, en constantes distancias
salvadas al galope de un barco
viajero de lunas.
Tan cierto, tan ocasional
como las estaciones del tiempo, del tren,
un longevo nacimiento
en la memoria diurna puede concebir
gesticulaciones en las raices
que tocan y repican campanas,
de articulados paisajes deslizados
a un amplio territorio,
sin naciones, sin nombres
en el quehacer diario de un fiel
contribuyente a los impuestos sanitarios.
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