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Voz

El otoño suele ser sinónimo de lucha
con la palabra, con mis más ocultas
inquietudes, y también es sinónimo
de fracaso en mis vanos intentos
por dilucidar la tambaleante cuerda
que ata al hombre a su incredulidad,
para con todo aquello que escape del
ángulo recto, al tanto en mi devastador
secreto comulgo con la salubridad
del agua no crispada en arroyos
sin profundidad, turbios de enmarañarse.
 
Poeta, poeta, tú que conoces el sentido
del camino no quieras despojar el Adán
de los atardeceres con la quebradiza
pretensión del nuevo mundo, prepárate
a la labranza de tu tierra en posesión.
Consuelo, desconsuelo, forman parte de
la cresta de la ola donde renazco cada
vez que muero y ser una flecha que
me clavo, abro la carne en busca de
una amplitud que colme el panal de miel,
tropecé y caí en demasiadas ocasiones
pero no vuelvo a coger una llamada
que no sea para mí.
 
Enraízo en esta luz de brillo nocturno,
locuaz esfera la tierra pariéndome al
primigenio estado cavernario donde la
palabra es ilimitada como el fuego o
la lluvia. Que la expresión siga
su curso encontrando verdades que de
otra forma serían mentiras o una verdad
partida.
 
Con el otoño se acerca la crisis
monumentalmente estragadora y productiva
también en exceso, no siempre. Escribir
es una consecuencia del tremendismo
que invadió mi adolescencia, después
no pude desengancharme de esta droga de
palabras, de poemas, crear tiene un acecho
al impulso que me extasía, aunque sea
en mi escondido universo de silencios,
tomo como el más preciado equipaje
mi recóndita voz.
Preferido o celebrado por...
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