Por recorrer tu piel a pedacitos olvidé la piel agrietada de la patria, dejé de andar por sus caminos, no llegué hasta sus aldeas,
Mentira: el perfume la voz el encaje la mujer de plástico
Bajo el ala de la noche que deja su huella imprecisa bajo la sombra del corazón repudiado
Amo mi casa por sus cuatro viejos costados llena de voces y ruidos: casa de adobe y machihembre que se queja por la noche
Yo miraba tus manos e inventaba historias de aleteos sobre mis pechos, de roces suavísimos
Los incrédulos repetirán —una y otra vez— tu nombre, como lo hago yo en esta noche de turbia embriaguez
Aún deseo mis antiguos tiempos fetales, en que fui pez opalescente y ciego.
Con ecos de casa vacía resuena tu nombre y se pierde en el laberinto de mi lengua. Desde este túnel
Casi podría decirte devorada por la angustia me asomo a la vieja cueva prohibida donde habitan
Me disuelvo en la magia giro en medio del fruto pulposo
Un desangrarse lento remontable hasta la más pérfida belleza hasta el misterio de la carne iner… un ciego encadenarse
(En una retrospectiva de Ed Kienh… Vertiginoso, el paisaje es apenas otra nostalgia que inicia la mañana.
Fui agarrándome de ti, de tus ojos, campanarios llenos de palomas, y tu pecho encendido como un lucero sólo.
Con sus garras de ónix, puntual, ordeña la muerte cada uno de nuestros días, y los sorbe insaciable
Nada he sido nada soy sino escondida isla sin pájaros ni habitantes