Te propongo la dulzura del higo, su carne sonrosada, replegada y húmeda como un animal marino.
Casi podría decirte devorada por la angustia me asomo a la vieja cueva prohibida donde habitan
La memoria es una tumba abierta donde puedo enterrar la piedad por mí misma, mientras un felino se desliza muy suave
Amo mi casa por sus cuatro viejos costados llena de voces y ruidos: casa de adobe y machihembre que se queja por la noche
Los incrédulos repetirán —una y otra vez— tu nombre, como lo hago yo en esta noche de turbia embriaguez
(En una retrospectiva de Ed Kienh… Vertiginoso, el paisaje es apenas otra nostalgia que inicia la mañana.
A veces huyo por intrincados caminos construidos de palabras, que me llevan a los páramos de nadie.
A tu ancho cuerpo de jade y plata vuelvo, jinete de manos verdes y pleno cuerpo verde de fosforescencias nocturnas.
Nada he sido nada soy sino escondida isla sin pájaros ni habitantes
Aún deseo mis antiguos tiempos fetales, en que fui pez opalescente y ciego.
Me había sido tan ajena siempre, y hoy de pronto me descubre su color sencillo
Tras las ventanas que tamizan la luz del sol que muere aguardaba el amor de un joven fauno, su ternura despiadada,
Solo como Borges en el fondo de la rosa torturado por báculos de plata espejos laberintos
Por recorrer tu piel a pedacitos olvidé la piel agrietada de la patria, dejé de andar por sus caminos, no llegué hasta sus aldeas,
Con sus garras de ónix, puntual, ordeña la muerte cada uno de nuestros días, y los sorbe insaciable