Cargando...

La metamorfosis

Me encuentro sola, y no lo estoy.
Siempre estoy rodeada de gente.
Siempre están, siempre miran.
Pero yo estoy sola.
 
Estoy sola porque me abandoné,
me dejé de lado.
No me enfadé conmigo,
simplemente me olvidé de que existía.
 
Deambulo por el mundo en tercera persona.
Veo, huelo, oigo;
pero no miro, siento, escucho.
Dónde estoy y en qué me he convertido.
 
Me siento mariposa.
Una vez fui oruga, me sentía viva.
Y de repente algo cambió.
Del día a la mañana fui mariposa,
y ya nada más volví a sentir.
 
Me siento distinta,
más ágil, más rápida, e incluso más lista.
Siento que puedo con todo,
pero que nada valdrá la pena.
 
Un sentimiento positivo constante
enmascarado por una falta de voluntad abrumadora.
Y ahí nace mi desesperación.
Fui una simple oruga que movió montañas.
Y ahora siendo mariposa se me olvida vivir.
Solo vivo para los demás,
viendo el mundo desde fuera,
dejando a las horas pasar.
 
Siento decir que no recuerdo
que desencadenó mi metamorfosis,
no hay nada ni nadie a quien culpar.
Pero qué alivio la verdad.
 
Y una vez entendido el problema,
llega la parte más enmarañada,
destejer y entender quién soy ahora.
Soy una mariposa.
 
Tengo la habilidad de volar,
pues volemos alto,
tan alto que ni las nubes nos alcancen.
 
Siento los olores en mi piel,
y el tacto puedo oler.
Pues hagamos sinestesia de cada cosa que nos pase.
Sintamos cada aroma como un ardor en la piel.
Y olamos el suave y a veces áspero tacto del hogar.
 
Tenemos nuevo hogar,
un hogar que de hecho cambia sin cesar.
Exprimamos las experiencias,
y creemos nuestra nueva red universal.
 
Tienes toda una vida mariposita.
No la dejes escapar.
Y cuando te quieras ahogar,
recuerda todo lo que te ha permitido el ser mariposa.
Y lo mucho que desconocías cuando eras oruga.
 
Quién sabe todas las metamorfosis
que nos quedan por vivir
Eso sí, no te vuelvas a olvidar de lo más vital,
de ti, de ti y de ti.

Otras obras de Celia G Vilela...



Top