Las palabras,
palabras son aunque carezcan de voz.
Armas letales
que se lanzan sin razón
buscando una presa débil de debilitado corazón.
Y se clavan y te sangran,
y poco a poco van destrozando tu color;
cargadas del veneno mortal,
el veneno de la envidia y la tempestad.
Siempre sentidas,
aun careciendo de intención;
el más sensible oído
puede dañar de nuevo su propio corazón.