A lo lejos el puerto,
un navío,
tripulantes con las córneas al viento,
dispuestas a verla santa,
mientras las cuerdas susurran: –éste es el lugar–.
Las fábricas rugen,
las ruedas navegan entre infinitas breas,
se desnuda entonces, la ciudad.
Lo escuchas todo,
hasta la corriente del sur y noroeste,
y las hebras bailan con timidez y furia,
entre el contexto salado que en los labios se suele posar.
De color y ruido,
salpicadas y sol directo como apuntando al mar...
así es Manta,
vaya forma de enamorar!