Durante un tiempo, inusualmente prolongado, debo decir, traté de entender lo que sentí cuando la vi partir... no era tristeza, era quizás más parecido a la desolación, “me deja solo” pensé en mi interior, mientras sentía que la vida entera construida a su alrededor se desplomaba poco a poco como un castillo de naipes con un pequeño empujón... lo dejé caer sin oposición, no puse mis manos entre el suelo y las cartas que entre los dos habíamos puesto con actos de amor... lo dejé caer y admito que no me importó ver cómo ella trataba de sostenerlo e incluso de recoger algunas cartas para por lo menos mantener los cimientos de aquel castillo que construimos los dos; incluso, debo admitir, que algunos naipes cayeron al suelo porque no hice nada para evitarlo y en algunos casos, se derrumbaron por mis propias manos... ahora que la última carta ya cayó y no hay ni un solo naipe entre ella y yo, pude ver su rostro cansado y decepcionado de quien no luchó por su amor y entonces quise tratar de reparar cada carta, de ponerlas en su lugar para volver a ver el fuerte de nuestros sueños, pero no fue así, las cartas estaban mojadas con sus lágrimas, el suelo de los cimientos estaba erosionado por la falta de confianza y el viento del miedo volaba cada carta sin importar lo fuerte del sentimiento con el que trataba de mantener el naipe en juego, fue entonces cuando entendí que la perdí, nuestro castillo de naipes lo dejé morir y todo fue gracias a mí...