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Mi amigo el verso

Hola tú, ¿qué tal te va?, te parecerá descarado y hasta desvergonzado de mi parte aparecer después de tantos años sin una excusa, una disculpa o una razón para volver a ti, sé muy bien que no has de querer saber de mi, pero con suerte, podremos llegar a un acuerdo para que me permitas hacer uso de tus servicios... verás, viejo amigo, no hay motivo u ocasión especial que me haga acudir a ti, es decir, no hay onomástico, Janucá o aniversario a la vista que me haga solicitar tus servicios, pero siento una imperiosa necesidad de acogerte como antes, entre mis brazos, entre mis manos.

Sí, lo sé muy bien, preguntarás: “han pasado diez años, ni una carta o una postal has enviado y ahora, de un momento a otro, ¿apareces con tus manos desnudas solicitando mi tiempo y mi compañía?” quisiera decir que no es así, tener una excusa diferente a las que ya conoces, pero la verdad es solo una, necesito de ti porque... ¡me enamoré querido amigo!, ella me hizo acudir a ti porque nadie más que tú puede ayudarme a decirle que siento en el pecho una alegría inmensa, que ella y solo ella con tan solo días de conocerla, logró hacerme volver a ti después de años de desdén, ambos lo sabemos, bien justificados.

Lo cierto es, mi querido amigo el Verso, que necesito de ti, porque solo tú con tus giros inesperados, tus bóvedas de sueños enarboladas y tu lenguaje rimbombante pueden hacerle sentir, quizás solo una parte, de lo que significa para mi. Hoy, recurro a ti, desesperado, mi fiel escudero, porque brota el sentimiento y pide un lienzo para plasmar en él todos mis anhelos... sabes bien que sin ti, carezco de herramientas para hacerlo bien, así que acepta mis disculpas, déjame tomarte nuevamente la mano y emprendamos este viaje ¡hasta donde el cuerpo aguante!

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