Humberto Díaz-Casanueva

Los Ritos

Como en el principio de las cosas, cuando el corazón no vivía por tiempos ni sentía necesidad de espacios
 
Sin el pecho o el tamaño de su muerte, antes que la corriente del miedo fuera su vida.
 
Con una sangre virgen, aún sin destellos, tiendo un canto para la altura de su abismo.
 
Ahí con los labios grandes y terribles adivino la clave de tantos ecos perdidos
 
Mientras un oscuro vino hace saltar mis sellos, me instruye de visiones.
 
Disuelvo los ojos en medio de las aguas, los oídos como roturas de barro, cierro.
 
Entonces disperso esta traidora sombra, lejos del rosado día, cuando las sienes muerden.
 
Dentro del sueño canto, moviendo mi alma de diestra a siniestra.
 
Sueños voraces ardiendo, son mis propias cenizas las que mantienen
 
Esta blanca lengua que ya rueda en dulces coplas.
 
Por fin mi memoria, su urna abierta descubro, encuentro el ala de una bestia ciega,
 
Esta es la vida que encuentro, la que filtra por mis mártires dormidos.
 
Del mundo una raíz sorbe y sorbe, ah! la presión mortal de dos imágenes en un segundo
 
Hasta que la sien cede sin fermentar todavía
 
y la noche abre mi frente para su mineral.
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