No odio
Como odiar a alguien que me presto su pecho y sus dedos de pañuelo para acompañarme en mi acto de dolor.
Cómo mentir que es el villano en una historia de amor, en donde si el amor se va es solo de humanos y de valientes por reconocerlo.
El enamoramiento es fugaz, no lo sabía y lo supe en su nombre. Y no lo odio, no lo apuntó con mi dedo ni discrimino sus sentimientos. Porque el es fugaz, no es para siempre, es como un ave que vuelva siempre y no le gusta estar enjaulado.
Reparte su amor y bondad, y es lógico que bellas aves quieran estar en nuestro nido, pero... Me aparte, me aparte no porque fuera infeliz lo hice por que el lo era, deje de insistir y no porque me cansara si no porque ya su mirada cambio. Cambio de tal forma que preferí conservar la anterior.
Deje de llorar y no porque no tuviese ganas, lo hice porque a el le gustan fuertes, y no quería que el quedara con mal sabor de mi.
Lo bese antes, para que supiese que seria el último beso, entregándole allí, todo el agradecimiento, el tiempo y los momentos en dónde fui tan feliz, tan feliz... Que lo recuerdo cuando pienso que el amor no existe.
Lo deje volar y no porque no me gustase su compañía, lo hice porque merece una mejor. Y no porque yo sea mala, si no porque nuestro amor fue tan grande que merece un buen final.
Y no porque quiera el final, si no porque es necesario. Tanto que hay amores que se conservan toda la vida, que marcan mas que un tatuaje. De ahí se aprende tanto, se ama tanto y se espera tanto.
Nuestro amor fue valioso y único, que jamás, jamás se olvidara. Este amor se cautiva desde lejos, no todo se puede tener, no todo se puede enjaular.
