Cuando bajas los ojos, sé que enfrente
adviertes cómo cae una manzana;
el sendero, al decírtela cercana
se erige en tentación y es un serpiente.
La manzana (y tu cuerpo) con el diente
te miro desnudar, mientras se ufana
tu instinto de mujer y de gitana
por robarme lo niño astutamente.
Todos mis pensamientos, desde ahora,
tienen piel de mujer; pero, paciente,
sin vivir el reloj hora tras hora,
siento que te decides y me grita
la aceptación en medio de la frente.
Haremos en tu cuerpo nuestra cita