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A Orfeo se le acabó un día el tiempo.

A Orfeo se le acabó un día el tiempo.
        Cuando quiso tomarse el pulso
comprobó que la nada carece de latidos.
        Hizo una larga caminata
a través de sus párpados cerrados
         hasta dar con los Hades.  
Llegó a los Campos Elíseos
y buscó a Eurídice por los cuatro puntos cardinales  
de la eternidad.
         A todo mundo preguntaba:  
¿Han visto a mi amada?
¿Hay un lugar de este espacio
donde la soledad no ejerza su monarquía?
        Todos se alzaban de hombros.
Pero Hermes, que venía departiendo con Eros,
le espetó: pero ¿ignoras que Eurídice
fue resucitada?
        Y otra vez la misma historia.
Cuando Orfeo vivía, Eurídice se hallaba
arropada en la mortaja.
Cuando Orfeo murió, Eurídice fue  
reintegrada a la vida.
        Un suplicio más.
        Producto de la falta de puente  
entre el mundo de los vivos
y el mundo de los muertos.
        Y Orfeo, mirando la frontera,
gemía: ¿cómo salvar al grosor
         de lo imposible?

(2008)

#EscritoresMexicanos De El me pertenece poco un viento

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