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Inventario (plagio)

Entre el vino y los rocanroles,
las fotos, el té
y los zapatos,
armar en la cama
o en la calle;
El mundo, la comedia, el arte,
gritarle a alguna vieja que se calle.
 
Sumirse en tu aroma extraño,
tu pelo tan horrible como el mío,
saber pero igualmente dudar
para flashearla,
el odio incontenido
por lo hija de puta que era Carla.
 
Los pudores,
la radio, el faso mañanero
tus ojos preguntando las razones,
el sueño que cantábamos después,
mis besos resoplando tus pezones.
 
Tus ojos, retratándose en el alba,
el alba que traía
humos mejores,
la vez que por fin dije que te amaba,
dormida entre vino y rocanroles.
 
Las películas viejas, “contigo”,
y Lennon mirándonos desde la puerta,
tus ganas de triunfar, y los motivos,
la tarde en que, sedada,
decidiste ponerte a bailar conmigo.
 
Ir por las calles
tan colgados,
dos cuerpos que por fin
se cuidan como amigos,
las gentes, las ofertas como gotas,
tomados de la mano, mirando libros.
 
Las tantas facetas de tu vida,
el alambrado
sobre la calle de la parada,
la esquina, el árbol, aquel barrio,
mi propuesta tras verte, al fin enamorada.
 
Las inconclusas aventuras,
los gatos rebalsándose allá afuera,
el agua que caía en cascada,
la cena para dos
en bocanadas.
 
Mi aliento a tabaco,
el sexo humectando las paredes,
mi perro irrumpiendo
en un llanto,
tu risa,
que curaba esos espantos.
 
La luna ajada
y amarillenta,
el suave terreno de tus pechos,
mis manos sorprendiéndose en tu espalda,
tu cuerpo divirtiéndose tras ello.
 
Tu sueño silencioso y mi abrazo,
mi brazo que iba a dormir
adolorido:
Irresponsabilidades, cuesta abajo,
querer estar un ratito más dormidos.
Los garabatos en tu piel,
la crisis que aturdía tus sentidos,
las veces que te amó mi guitarra,
no saber ser la luna,
y el olvido no diciéndome nada.

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