Me cuesta tanto despegarme de ti, tu ausencia es tan desesperante, tener que entregarte tan sólo al recuerdo, desearte sin alcanzarte ni compartir tu mirada.

Eres salvaje, un carnívoro que me desgarra el alma, muerdes mi piel  y devoras sin compasión mi corazón, tu reflejo invade cada ventana, estás en todas partes pero no junto a mí.

Sé que quizá mi desesperanza te ofenda, la cabeza argumenta que es estúpido aferrarme a tu cercanía, pero no puedo si no estremecerme de tanto en tanto pues tu aliento envuelve cada arista de mi pensamiento.

No tiene que ver contigo, pero es todo lo cabe en este recipiente, tu risa, tu eco, tu compañía mal entendida, y lo siento, siento hacerte parte de esta necesidad, esta  ambición de conocerte, injusta manera de retenerte sin que mutuamente permitamos querer la comunión de nuevos instantes de satisfacción por saberte, acariciarte, prolongarte en el tiempo, no dejarte huir.

Es injusto que reclame en reciproca atención, lo sé, no obstante que puedo hacer, te quedas a mi lado en tu ausencia y no más queda un ahogo, un imborrable nombre en el vacío, ganas de engañarme y construir un puente hasta tu regreso.
Es mío, sólo mío, el deseo, el reclamo, la inanición, es inacertado e incoveniente, imprudente y hasta hostil, pero formas el destello que da reflejo a mi mirada.

Lo siento, de verdad.
Sin embargo, es lo que ha quedado.

pd: por favor, no te sientas parte de esto, aunque lo hayas sido todo, todavía, aún, quién sabe.