Hoy volví de nuevo a los pasos sin orden, al planeta sin órbita, a la nebulosa y el vacío, al desarme de un ayer dormido, al fin, al presente continuo de historia sin fecha, de días de aluminio, habitaciones sin puertas, encerradas al olvido, ojos desgastados, la retina como una supernova, las pupilas como clavos, el iris un camposanto.

Hoy me desnudé con la piel como papel de celulosa, el corazón derretido, el alma descerrajada, un puzzle sin encajes, la carne hecha cartón, los dedos un abanico que de lunes a domingo, empieza marcando tu teléfono y la conclusión tu respuesta que no se oye.

Hoy lamenté que no dieras tregua a mis palabras, que hicieras ecos grises a días vestidos de tiza blanca, que desbarataras la embestida de mis lanzas, congeladas por tu animo de desatención en glaciares de epopeya congelada.

Hoy me revuelvo, me apego al combate contra un nombre que no se rinde ni acobarda, con la espada fracturada de blandirse entre cuerpos sin nombre, sombras sin herencia, a lomos del cabayo, llanura plateada, pólvora de color a arena de Afganistán, amapola de mí, lecho de tu ausencia.