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Mister Parker se casó y murió...

Yo lo veía claramente desde mi circular ventana, no es que sea un observador confidente, ni siquiera un soplón de esos de las películas de detectives ceñudos,¡no!, claro que que no, pero por  su andar despreocupado, sus vaivenes cotidianos de día y de noche a su casa en bici o en auto, me despertó gran curiosidad sus maquiavélicas costumbres.
Mister Parker era feo y testarudo, su casa olía mal, no puedo adivinar que tenía dentro, pero por alguna extraña razón emanaba un hedor nauseabundo, ya sea, desde su pestilente jardín, o quizá, desde su fétido ático, lo cierto era que en la puerta principal, todos los testigos de Jehová eran capaces de abandonar sus sermones para evitar la oxidada puerta.
Tenia aires de paisano anticuado, gustaba de tocar la armónica o mas bien, un resoplido  de saliva que saltaba por sus labios pútridos. A veces vestía de amarillo, un amarillo, narciso pongamos, pantalones capri, camisa gastada, musculosa blanca con ombligo asomando al aire, y uno zapatos oxford negros siempre brillosos.
Enjuto y alto como un chopo, pero patón, por eso andaba en sandalias.
No reía mucho, caminaba con sosiego y comía seis veces al día, vegetales, legumbres, frutas, cereales, un poco de pollo, y los domingos un fiel vino albariño.
Todas las mañanas yo me despertaba a eso de las seis con la sonrisa rojiza del amanecer, (dependiendo donde me apuntara en Sol con sus rayos, si era en mis ojos, seguramente me levantaba más temprano),o si hacía frío procuraba acurrucarme un poco más y proseguir unos minutos más en mi tugurio, mi jubilación me lo permitía.
Mister Parker, tenía muchos hijos, muchos con otras mujeres, otros no reconocidos, otros que me dijeron que adoptó y otros que se murieron.¿pero cómo era posible que pudiera mantener semejante madriguera, que caldo de cultivo utilizaba para tomar semejantes decisiones?No hay respuesta que valga.
Mister Parker sí que era un tipo extraño, de esos que prefieren hablar con su perro que con otras personas, no me malinterpreten no digo que tal cosa está mal, al contrario, es muy provechoso hablar con los perros para poder educarlos, ellos necesitan nuestro cariño y afecto, y a nosotros nos sirve de consuelo.
Pero siendo el tan frío como un escalpelo, ni una sonrisa, ni una mueca, ni nada, serio, alto, barrigón, pelón, enfurruñado, deforme, un sátrapa persa.
Podía apostar que era un coleccionador de artefactos relacionados con el mar, bergantines españoles, anclas de acero, góndolas venecianas, grilletes de ayuste, veleros de un palo, canoas lacandonas y esquifes de madera decoraban los alfizer, las mesitas e incluso el techo.
Su casa, más que casa, mansión, un lujo que se cae a pedazos, dos pisos, techo a dos aguas, paredes de madera erosionadas por el viento y la humedad, y un acabado color caoba que las decoraba.
Iba y venía, emperifollado como un atardecer entre el humo, manejaba una camioneta roja, despintada, que circulaba a los tumbos, con una rajadura en el parabrisas como si le hubieran tirado un cascotazo, un techo abollado como si el meteorito Hoba le hubiera caído súbito y estrepitoso, el baúl atestado de fruslerías, periódicos viejos, metales herrumbrosos  y una mugre barnizando las puertas laterales.
Lastimosamente aún faltaban tres meses y monedas para la temporada de lluvias, por lo tanto los grafitis, escudos y leyendas garabateados con dedos de transeúntes, quedarían para la posteridad.
Se que sus hijos o algunos de ellos son bonachones, otros licenciados, quizá estén casados, y la mayoría perdedores y fracasados, desparramados por ahí.
Esa misma tarde apareció con su señora esposa, lo supe de inmediato porque llevaba un anillo de bijouterie en su dedo anular, un vestido carbon largo con un pronunciado escote y una cinturita de ballena, una gorda flatulenta, que recostada en el sillón solo comía palomitas de maíz, o pochoclo o crispetas o no se bien como ellos le llamen.

La policía dice que fui yo, el juez dice que fui yo, el fiscal dice que fui, no se que testigos dicen que fui yo.A mi no me importa quién fue.
Yo se que ahora tengo dos jardines que cultivar y una gorda flatulenta que alimentar.
Pero todos los días a las 2 de la tarde miro hacia la ventana circular para ver si alguien me quiere espiar.

narrador equisciente

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