Las esquinas se doblaron sobre sus goznes. Y yo continúe adentrándome en las entrañas del pasillo nocturno por el que circularían mis ganas, según cualquier previsión. El paso firme, los labios estables y el aroma a hogar sembraban el aire de esa humedad previa a una extinción.

No importaba el cómo. Ya tampoco el por qué. Estaba para ejecutar cada movimiento de los pies que había planificado. Todos y cada uno. Ahora el uno, ahora el otro. Adelante y comienzo de nuevo. Ahora el uno, ahora el otro. Adelante y continúo que estoy avanzando. El pasillo se hace más largo. Y más largo. Pero sé que mientras mis labios sepan recitar lo que sueño, llego al final. Al menos lo voy a intentar.
Y entro al salón. Estás relajado. Ves la televisión. Ves el móvil. Escribes algo. Eres tú. El silencio es nítido. Y las luces azules cubren mis manos, mis labios y mi ser.

Comienzo. Es una oración que conozco. La recito. Lo hago alto y claro. No me tiembla la voz. La vuelvo a comenzar. Tu continúas en silencio y no te detienes. Sigues garabateando. Son dibujos geométricos, enmarcando curvas, haciéndole un marco poliédrico a lo orgánico. Durante un tiempo coleccioné estas hojas. Las que tengo de los días felices me las llevaré.

Tu “Sabía que dirías esto algún día” sólo me da mas fuerzas. Pero no sonrío. Espero más palabras tuyas. Y no llegan. Silencio vibrante. Espeso y limpio. Iba a profundizar en mis ideas, intentos de pasar emociones a palabras. Eso es siempre torpe. Las emociones se pasan a caricias, a miradas, a gestos del cuerpo. En palabras pierden mucho, pierden profundidad y ganan ambigüedad.

Una luz ilumina mi pecho. Y de a una entiendo. Tanto preparar un discurso, tanto pensar en si era lo correcto. Tanto titubear ante el espejo. No hacía falta. Lo que quería decir era ya sabido. Y tu estabas dispuesto, preparado, esperándolo.

Los resentimientos y los recuerdos ingratos se disolvieron. ¿Cómo no ibas a entenderlos si también los habías vivido? Un paso adelante, en una dirección improvisada. Otro paso adelante y me siento a tu lado. Tratando de alcanzarte estiro infinito mi brazo izquierdo. ¡Estás tan lejano! Y te toco. Suave, firme, tibio. Como tiene que ser el último contacto.

En un instante dudé. Pensé, le digo “Adiós”, le digo “Gracias por todo”, le digo “Que te vaya bien”. No me decidía. Fue un período muy breve. Pero como era de esperarse, tu agudeza lo resolvió. Levantaste la mirada, con una inspiración, me miraste a los ojos. Volviste a ver el móvil. Ya estaba dicho todo.

Salí de la habitación. Terminar de preparar lo que quedaba fue sencillo. Lo hice con una sonrisa en los labios. Tus ojos, en ese instante, me recordaron al amor que tuvimos. Y me hablaron de este precioso adiós.

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The corners folded on their hinges. And I continued delving into the bowels of the nocturnal corridor through which my desire would circulate, according to any forecast. The firm step, the stable lips and the aroma of home sowed the air with that humidity prior to an extinction.

It didn’t matter how. Neither the why. I was there to execute every foot movement I had planned. All and each one. Now the one, now the other. Go ahead and start over. Now the one, now the other. Go ahead and continue, I’m moving forward. The hallway gets longer. And longer. But I know that as long as my lips know how to recite what I dream, I reach the end. At least I’m going to try.
And I enter the room. You are relaxed. You watch TV. You see the mobile. You write something. It’s you. The silence is clear. And the blue lights cover my hands, my lips and my whole body.

Beginning. It’s a sentence I know. I recite it. I make it loud and clear. My voice doesn’t shake. I start it again. You continue in silence and do not stop. You keep scribbling. They are geometric drawings, framing curves, making a polyhedral frame for the organic. For a while I collected these sheets. The ones I have from happy days I will take with me.

Your “I knew you’d say this one day” only gives me more strength. But I don’t smile. I look forward to more words from you.

And they don’t arrive. Vibrant silence. Thick and clean.
I tried to put emotions into words. That’s always awkward. Emotions are passed to caresses, looks, body gestures. In words they lose a lot, they lose depth and they gain ambiguity.

A light illuminates my chest. And one by one I understand. So much preparing a speech, so much thinking about whether it was the right thing to do. So much hesitating before the mirror. Was not necessary to. What I wanted to say was already known. And you were willing, ready, waiting for it.

Resentments and unpleasant memories dissolved. How could you not understand them if you had also lived them? One step forward, in an impromptu direction. Another step forward and I sit next to you. Trying to reach you, I infinitely stretch my left arm. You are so far! And I touch you soft, firm, warm. How should the last contact be?

In an instant I doubted. I thought, I say “Goodbye”, I say “Thank you for everything”, I say “Have a good life”. I didn’t decide. It was a very short period. But as expected, your sharpness solved it. You looked up, with an inspiration, you looked into my eyes. You saw the mobile again. Everything was already said.

I left the room. Finishing preparing what was left was easy. I did it with a smile on my lips. Your eyes, at that moment, reminded me of the love we had. And they told me about this precious goodbye.