Somos, sin dudar, la presencia que inhala esencias del divagar, universales y atemporales. Vemos el mundo inerte y le encontramos bello. Y apreciamos los patrones y las sorpresas. Hacemos de cada fractal un sentido ulterior que puede encender nuestra capacidad de abstraernos y maravillarnos. Encontramos arte en cada rincón. Y cuando vemos los seres animados, con sus danzas, sus brillos y las estructuras que generan, volvemos a extasiarnos y a hundirnos en algo más que simple casualidad. En lo muerto y en lo que late hay algo que nos define, que nos atrae, que nos despierta la admiración y el deseo de fundirnos ante aquello, entregando nuestra alma y nuestra ilusión. Reconocemos en el universo una sabiduría superior.

Pero no lo vivimos todos igual, a veces, ni siquiera parecido. Lo vivimos cada uno desde su rincón de la abstracción que hace de cada experiencia única y especial. Bendita sea esta diversidad, que no permite que se encuentre pureza y limpieza en los designios de que es lo que reina en la estética. Bendita la impureza que nos permite colonizar cada rincón, por alguien diferente, para sumergirnos en mares nada corrientes y deleitarnos con lo que traslada las opciones a lo explorable, hasta lograr el canto sublime de la variedad insospechada que no por ello es menos cierta, menos inteligente, menos sencilla, menos humana.

Así que unámonos, todos, cuanto más distintos entre nosotros, mejor. Que seamos una unidad impura en esencia y sabor. Cuanto más podamos como un gran superorganismo rasgar el velo que nos transmuta a desapercibido y cuanto más podamos alzarlo a la vista de quién quiera compartir la experiencia, el latir, el sentir, lo profundo de lo que disfrutamos al vivir, más brotará lo que nos conmueve desde las mazmorras olvidadas donde no ha llegado la luz.

Todos los colores de piel, de ojos, de sueños. Todas las estéticas y los ritmos. Las palabras y sus rimas con las métricas alteradas según lo que desee cada cual. Todas las alabanzas y las tristezas en el crisol de flores que dan olor y color a un mundo que está por descubrirse y por flotar. Aunemos esfuerzos para traer las pieles erizadas al día a día de quién quiere disfrutar de algo más que simplemente deslizarse inerme sobre una realidad que, si no sabes embellecer, te embota y aturde, robándote lo inmensamente precioso que es estar vivo. Podemos disfrutar de lo que no creamos, pero nos ha sido dado. Todos juntos, separados, para fabricar y aportar algo al mundo maravilloso en el que nos movemos, sacando las formas y colores a las grutas ignoradas, y así, con más fuerza, de a una voz, intentar amalgamar un ígneo “para siempre”.

We are, without a doubt, the presence that inhales essences of wandering, universal and timeless. We see the world inert and find it beautiful. And we appreciate patterns and surprises. We make of each fractal an ulterior meaning that can ignite our ability to abstract and marvel. We find art in every corner. And when we see animated beings, with their dances, their brightness and the structures they generate, we become ecstatic again and sink into something more than simple chance. In what is dead and in what beats there is something that defines us, that attracts us, that awakens in us the admiration and the desire to melt before that, surrendering our soul and our illusion. We recognize in the universe a superior wisdom.

But we don’t all live it the same, sometimes, not even similar. We each live it from our corner of abstraction that makes each experience unique and special. Blessed be this diversity, which does not allow purity and cleanliness to be found in the designs of what reigns in aesthetics. Blessed is the impurity that allows us to colonize every corner, by someone different, to submerge ourselves in unusual seas and delight ourselves with what moves the options to the explorable, until achieving the sublime song of the unsuspected variety that is no less true, less intelligent, less simple, less human.

So let’s unite, all of us, the more different from each other, the better. May we be an impure unit in essence and flavor. The more we can, like a great superorganism, tear the veil that transmutes us unnoticed and the more we can raise it to the sight of whoever wants to share the experience, the heartbeat, the feeling, the depth of what we enjoy living, the more what will sprout moves from the forgotten dungeons where the light has not reached.

All colors of skin, eyes, dreams. All the aesthetics and the rhythms. The words and their rhymes with the metrics altered according to what each one wishes. All the praises and sorrows in the pot of flowers that give scent and color to a world that is yet to be discovered and to float. All together, separately, joining forces to bring goosebumps to the day-to-day life of those who want to enjoy something more than simply gliding defenseless over a reality that, if you don’t know how to embellish, dulls and stuns you, robbing you of how immensely precious it is to be alive. We can enjoy what we do not create, but it has been given to us. All together, separated, to manufacture and contribute something to the wonderful world in which we move, bringing shapes and colors to the ignored caves, and thus, with more force, in one voice, trying to amalgamate an igneous “forever”.