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Coloquio marino

Un diálogo blanco contra un mar moderado,
libre de obsesiones y sarcasmos rocosos.
Amenizado vivamente por temas propicios,
posibilita sonrisas tibias y rictus módicos.
 
Comunicativos comparten reglas honestas,
en alternada retroalimentación de anhelos.
Un espacio de comodidad con límites nítidos
y gestos sociales satisfactorios y claros.
 
Qué frágiles e insustanciales las charlas
sin emociones inmediatas correspondidas.
Unos detalles mínimos enaltecen el cuadro
por donde las oleadas trepan e impactan;
y un mar completo tambalea automático.
 
Conversación camuflada en la niebla anémica,
donde se complace la delicadeza sentimental.
La brisa constante no permite aburguesarse y
las voces retumban entre soplos vigorosos
manteniendo vivas las sensaciones cristalinas.
 
Credulidad es funcional al respeto mutuo,
sin confidencia no existe el coloquio honesto.
En un discurso que se declama plácidamente;
se va historiando la vida que se vivió en común.

Conversaciones en una playa de Miramar, Argentina

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