Cargando...

A ROSA MAZÓN, MI MADRE

A  ROSA MAZÓN, MI MADRE
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Para el trabajo y el dolor naciste.
que con estrella de hambre te parieron.
Mas nunca tu rostro se mostró triste
y a todos aquellos que a ti vinieron
la alegría y el corazón les diste,
que tus penas jamás las conocieron.
Y, en la soledad de tu casa, el llanto
cubría los pesares con su manto.
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Lucha y trabajo te hicieron mujer
porque el dolor y el hambre te marcaron.
Trabajo y lucha te vieron crecer
ya que las penas tu niñez cercaron.
Y la llama que en ti empezó arder
al halcón y a la paloma admiraron.
En auxiliar a la gente, ligera
y en el trabajo duro, la primera.
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Siempre tenías un por qué en la boca
que el hambre de saber  apresuraba
porque menguada y con cultura poca
el saber de los otros te empapaba
y aceptabas alegre, como loca,
aquello que tu ciencia dilataba.
Te enrolaste en el estudio, atrevida,
y aquel salto dio un vuelco a tu vida.
 
 
 
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Comadre te llamaban las mujeres,
y el ser comadrona cobró sentido,
recordando antiguos amaneceres
en los que sus hijos fueron venidos
ayudados por tus doctos saberes
y con toda tu ternura asistidos.
Y obraste en la morada del obrero,
del pobre, del rico, del pordiosero.
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Diste tu vida ayudando a  la vida
y la vida te ofrece una rosa:
flor blanca por una niña traída.
Niña, todo candor, dulce y hermosa,
que, caminando firme y decidida,
sobre la triste caja, la flor posa.
Y nosotros, tus deudos, sollozamos
porque el valor de esa rosa apreciamos
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Llegó el momento de darte a todos
y jugaste a la taimada política.
Te salpicaron lisonjas y lodos,
la palabra amable y la ruin crítica.
Y en cualquier lugar, en cualquier recodo,
tu figura agrandada se hizo mítica.
Hoy ha habido abrazos sin color
buenas formas, elegancia y dolor.
 
 
 
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Hoy tu pueblo te ha rendido tributo.
Dispuesto así por las autoridades.
Una gran manifestación de luto
ha barrido las pequeñas ruindades
y, en un instante, un tris, un minuto,
han florecido antiguas amistades.
Tu pueblo querido, tu Torrevieja,
sin distinción de credo es una queja.
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Al pueblo entregaste toda tu vida
y el pueblo, gentil, te entrega una rosa,
rosa roja por un hombre traída,
hombre honesto que, con mano piadosa,  
sereno el gesto y mirada perdida,
sobre la triste caja, la flor posa.
Y nosotros, tus deudos, sollozamos
porque el valor de esa rosa apreciamos
 
Sobre tu féretro duermen  dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Tus hijos nos hacemos más pequeños
para recordar los pasados días,
evocar “hechas” y dibujar sueños
aquellos que tú sola disponías,
que ni de nosotros éramos dueños
porque tu amor marcaba  nuestros días.
Y nos hiciste más justos y austeros
alabando el honor de ser obreros.
 
 
 
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
El trabajo que a todos dignifica,
si es docto, perfecto y conveniente,
al hombre encumbra y magnifica,
siendo un bien para el pueblo y su gente,
bien que al hombre prudente gratifica
porque de su buen hacer es consciente.
Tú decías que el trabajo primero
era darse a todos y por entero.
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
La muerte vino vestida de sueño
cuando apenas nacía la mañana,
grave y silenciosa, fruncido el ceño,
se detuvo un instante y con desgana
tomó de ti lo más pequeño:
aquel dolorido cuerpo de anciana.
Nada hizo con tus pasos en el mundo
ni con tu recuerdo, feliz, fecundo.
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
Llevóse, eso sí, nuestra alegría,
sembró cristales en nuestro costado
y flores de nuestro llanto sorbía.
Mas La Muerte, sonriendo con agrado,
la puerta de la gloria te abría,
brindándote un reposo bien ganado.
Y ahora eres  agua, tierra y fuego,
amor, cariño, ejemplo, consuelo.
 
 
 
 
Sobre tu féretro duermen dos rosas:
una blanca y otra roja.
 
La rosa blanca y la rosa roja
dos porciones son de la misma Rosa,
la que yace silente, quieta y floja,
y la que se dio a todos generosa.
A la que rogamos a Dios que acoja,
mujer digna, honesta y laboriosa.
Madre que muerta estás, como dormida,
eres a la gloria recién nacida.
 
 
 
©   José Antonio Valero Mazón
LOS BALCONES 9 de julio de 2012

Otras obras de José Antonio Valero Mazón...



Top