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A la ciudad de Matanzas después de una larga ausencia.

Testigo un tiempo, campo venturoso,
de tu maleza fui: manglar y uvero
en ti mecerse contempló el viagero,
que frecuentó tu ceño montüoso.
 
Ya en vano busco desde el puente añoso
tus uvas, mangles, y el pajizo alero
de la abatida choza, do el montero
su indigencia ocultó, mendigo, ocioso.
 
Todo desapareció: tu plaza crece,
y a par huyendo, dejánte poblado
selva, maleza y campesina sombra.
 
Tamaña variedad júbilo ofrece;
pues quien te abandonó tan desmedrado,
hoy con placer filial te ve, y se asoma.

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