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El pan de cada día

No bendigas, Señor, nuestro pan
pues no lo necesita.
Bendice a quienes no recuerdan
lo que es un alimento.
Dales a ellos la felicidad
que nosotros hemos ahogado
en afán y despilfarro.
Déjame reconciliarme con tus frutos
alejándome del que roba y acapara.
Dales a los que no comen
la mirada limpia y la sonrisa
la flor y la esperanza
la brisa y la caricia
el cielo y la presencia.
Déjanos a nosotros
la tierra, el miedo y la tiniebla
el rito, el psiquiatra y la pelea.
Arrebátanos la paz que no hemos merecido
y déjanos hundirnos en nuestras absurdas
guerras y contiendas.
Pues elegimos la abundancia y el hastío,
deja para ellos tu trigo, tu vino y tu mirada.
Apártanos de Ti, pues no te merecemos,
y regálate a ellos como luz y como beso.
Deja para nosotros el frío de tu ausencia,
la soledad y la tristeza
y dales a ellos el tibio sol de tus mañanas
y un ramo de amaneceres y de estrellas.
Yo vivo solo en este infierno
déjame vagar como hoja seca
y pudrirme de amor en esta tierra.

Libro: Mi cama es una balsa a la deriva
Autor: Juan Julio Alfaya Fernández
Registrado en el Registro de la Propiedad
Intelectual de la Xunta de Galicia.

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