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Oda xv de mis niñeces

Siendo yo niño tierno,
con la niña Dorila
me andaba por la selva
cogiendo florecillas,
 
de que alegres guirnaldas,
con gracia peregrina
para ambos coronarnos,
su mano disponía.
 
Así en niñeces tales
de juegos y delicias
pasábamos felices
las horas y los días.
 
Con ellos poco a poco
la edad corrió de prisa,
y fue de la inocencia
saltando la malicia.
 
De suerte que al mirarme
Dorila se reía,
y a mí de sólo hablarla
también me daba risa.
 
Si yo le daba flores
el pecho me latía,
y al ella coronarme
quedábase embebida.
 
Con esto ya una tarde
después de mil sencillas
promesas de mi pecho
se halagaban amigas,
 
y de gozo y deleite,
cola y alas caídas,
centellantes sus ojos,
desmayadas gemían.
 
Alentonos su ejemplo,
y entre honestas caricias
nos contamos turbados
le dije las fatigas:
 
Oyolas bien y al punto
voló de nuestra vista
la niñez, y por ella
nos dio el Amor sus dichas.

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