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Amor quebrado

Quisiera, así como dijo el cantante,
hacerte un regalo: un poema elegante.
De esos que sacan las penas,
y que a tu hermosa alma encante.
 
Pero no tengo más que mi afición
al devaneo de letras del deseo,
que es descarnada pasión
y es madre de vericuetos.
 
Soy más bien otro tonto timador.
No llego a ser siquiera trovador.
Ni qué decir de un aedo,
más sí un muy triste viajero,
 
perdido en las corrientes alteradas
de una realidad que está deformada
por tus encantos de Adán.
¿Y yo? Eva, la atormentada.
 
Quisiera... ¡Cuánto quisiera tomar
en mi esqueleto todo el español
y en tu hermosa piel pintar
un poema enternecedor!
 
Quisiera encontrar en algún idioma
una palabra bïen singular
para así ungirte, preciosa,
dama de allende y ultramar.
 
¿Qué es este pronto deseo tenaz?
¿Angustia mía por no consumar
esta búsqueda tan larga
que es urgencia por amar?
 
Deseo fortísimo de lograr
desentrañar tantas estratagemas
afincadas en la lengua
de muchos mundos ajena.
 
Quisiera... ¡Cuánto quisiera abarcar
la extensión gigante de tu basteza
con esta pequeña boca
que a ti no te hace justeza!
 
¿Por qué me cuesta tanto asirte, bella?
Si, del amor, es efecto el sentido
de ya haberte conocido
aunque tu efigie se pierda.
 
¿Qué palabras habría que escoger
para hablar de tu mirar tan pío?
¿El orbe he de recorrer
para dar con tal estío?
 
¿Qué panegírico, si es que este existe,
citaría tu esencia con acierto?
¿Y para encontrarlo así
vagar debo en un desierto?
 
Quisiera... ¡Cuánto quisiera
que hablar de ti fuera fácil!
Bella esfera,
fuego frágil.
 
Quisiera... ¡Cuánto quisiera!
Que por un momento al menos
¡maldito instante siquiera!
verdad fuera
que yo a ti te comprendiera
pa` desentrañar, de lejos,
tu par de extrañas lumbreras.
Yo quisiera
los ojos poder cerrar
y así, a vos, encontrar,
en mis ensueños oscuros,
los fatales,
de los que no sé escapar
sin mi alma desesperar,
salvo por esos conjuros
señoriales
que pronuncias con dulce voz
cual nanas en el candor
de la noche negra de ébano.
Tuya, bruja.
 
Enséñame, preciosísima,
A aprenderte aprendiéndote.
A mirarte,
comprenderte,
sin secretos,
sin temerte.
 
Para lograr sacarme todo lo que hay
en este pecho enamorado de ti,
y estrellarlo en tu rostro con un beso
que te recorra por completo, así:
 
De los pies a la cabeza,
de este seno a tu cuello,
de todos tus largos dedos,
a tu tan dulce cadera.
 
De tu coronilla a tu ojo,
de tu entrepierna a tu pecho,
de mí alegría a tus miedos,
desde este corazón roto.
 
Y fundirnos
y ser uno.
Para siempre
bastará.

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