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EA NIHIL EST

¡Véanla ahí! Y resistan el inimaginado terror.
Sientan el vértigo que se plasma en sus ojos,
la nauseabunda sensación ante el vacío,
la extrañeza de ver algo inentendible.
 
¡Qué digo algo! Si justo eso es lo que no es.
¿Cómo llegar siquiera a nombrarla?
Carece de horma y de sustancia está vaciada,
está fuera del universo que hermoso se presenta
como una incesante llamarada, sempiterna danza.
 
Ella, inentendible, ni siquiera sabe que no es.
Ella, exterminada, muere en vida y vive en la muerte.
Dama inasible. Esencia de otredad total.
Eres la desexistencia. La nada.
 
La nada que moribunda nadea,
en medio de la invisible marea,
ciega, tonta, muda y loca cojea,
quiere que ella, algún día, sea.
 
Y no entiende la imposibilidad de sí,
de ser algo, de existir, y de no poder
siquiera existir siendo lo que es aquí,
la completa ausencia de materia, de arché.
 
¿Entonces qué es lo que veo?
¡Un sifón del universo!
Un vacío oscuro lleno de gula
que ansía encerrarnos en su estómago
para ser él y todos uno en la nada.
 
Para lograr ser todos la nada
debemos negarnos a tal punto
que sea imposible asir
cualquier intento de existencia.
Y la negación supone acción,
y la acción supone agencia,
y la agencia supone un ser,
y el ser sólo es lo existente,
Luego, ¡qué impotente!
¡Debe ser deprimente!
que para que la nada
logre aquello que se propone
deba convertirse a lo que se opone
y degollar el ser de nuestro ser
en la anatema de su querer.
 
Llenaría aquí una lista de adjetivos
para describir la imagen propia de la nada,
y eso sólo sería torturarla,
pues la minaríamos de cierta esencia.
Pero reconocerla como indecible,
como la carencia más abundante de todas,
sería complacerla y condenarla al tiempo,
porque ni siquiera las magnánimas odas
de profunda metafísica, atinarían su querer,
pues ella sólo habita un lenguaje: el silencio.
E incluso en el silencio, que no es ausencia total,
que es el reconocimiento de un quiebre temporal,
incluso ahí no puede encontrarse.
¡Maldita desgraciada!
No hay mayor condena
que el oxímoron que
nos obliga a ignorarle.

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