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El beso de salón

Que lindo tu talle,
estuviste radiante.
Eras una espiga de girasol.
A mi hija le gustan los girasoles
no se si por amarillos o porque
se abren de cara al sol y se beben
la nectarina de la luz
para después ser un suave aceite.

Que gusto me dio sentirte detrás de mi
aquella vez que te desprendiste de todos
y fuiste a mi encuentro. No lo esperaba,
estabas rodeada por un muro de brazos
que querían acercarte. Ni siquiera busque
tu mirada. ¿Para qué?
Si fijabas tus ojos lejos de mi.
 
La vida rutilante no es lo mío
soy hombre sencillo de pocas palabras
vivo del verso y el poema
como las plantas viven de la clorofila.
 
Me gustaría desafiar la vida
y volver a escribir mi historia con
tu nombre a lado del mío.
 
Pero la vida a veces nos deja plantados
en una parada secundaria de trenes
y escuchamos a los lejos el silbido
de la locomotora de nuestro corazón
decirnos adiós.
 
Que lindo tu talle,
estuviste radiante.
Eras una espiga de girasol.
A mi hija le gustan los girasoles
no se si por amarillos o porque
se abren de cara al sol y se beben
la nectarina de la luz
para después ser un suave aceite.
 
Tal vez nunca escuches el latido
de mi corazón. Suena a chapoloteo
de agua de estero bajando despacio
por sinuosos caminos donde la montaña
alberga el silencio de las voces
de las hormigas que caminan a su nido.
 
Me gusto tu beso. Pareció un musgo
adhiriéndose a la roca lampiña.
Sentí que te gusto mas que a mi.
Todos hilaron comentarios rubicundos.
Me habías casi robado un beso
y no supe que hacer.
Allí estabas cerquita de mis labios
a unos milímetros como cuando
me paro al vació de un acantilado
y observo la vasta llanura.
 
Quedé extasiado. Por unos momentos
confundí el tiempo e imaginé
que estábamos solos en el salón
y busque tu mejilla para devolvértelo.
 
Quedamos tan cerca de darnos
un beso en los labios. Habría sido una
cascada de emociones que hoy sería un océano.
 
No se, pero tus labios son tierra fértil
donde plantar semillas de amor.
Tú dime si puedo macerar mi pasión
los dulces panes de tus palabras
cuando me llamas me suenan a canción.
 
Llegas vestidas de rojo
y te posas como una mariposa
soberana. Parada en el atril
pareces una libélula.
Mi mirada te sigue titilante
buscando tu beso de salón.
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