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La Ninfa y la Sombra

La ninfa desnuda jugaba
a pez multicolores y la sombra
se fue acercando, lentamente;
queriendo ver no a la ninfa
sino a la nada que no había tomado
en cuenta que la sombra
estaba tan cerca que casi la tocaba.

Un día la sombra huyó de la luz
porque le dijeron, que dejaba ver su corazón.
La oscuridad había dibujado
una tenue silueta de su belleza
pero había quedado una mancha
justo en el zócalo donde nacían
las emociones y no podía permitirse
que nadie la viera.
 
Por siglos la sombra anduvo
así escondida de la luz.
Hasta que un día, un amanecer,
una ninfa se bañaba
en aguas cristalinas
y las aguas transparentes
proyectaban una figura translúcida
que se movía con la ninfa.
 
Parecía ser su gemela,
pero era algo mas que eso;
era la nada que se movía con ella.
 
La sombra se dijo.
¿Hay alguien mas bella
que la ninfa jugando a sombra?.
 
Los rayos de luz del sol
caían como espadas doradas
en el cuerpo de la ninfa
pero a la figura translucida
no le pasaba nada.
 
La ninfa desnuda jugaba
a pez multicolores y la sombra
se fue acercando, lentamente;
queriendo ver no a la ninfa
sino a la nada que no había tomado
en cuenta que la sombra
estaba tan cerca que casi la tocaba.
 
Ahora estaba justo
en el meridiano lunar,
en la hora lunar,
donde todas las lunas están juntas
y vuelcan la mirada al sol
para beber la luz del rey.
 
La sombra quedó eclipsada con el espectáculo
de rayos de luz y desde entonces
no teme estar siempre al lado de la nada.
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