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Volver a soñarte

El vaho espumoso de tu vino vaginal
subía embriagando mis sentidos
y rompiendo los cantaros de mis odres.
El éxtasis de la noche pasaba
del oscuro mate al oscuro profundo.

Anoche mientras trataba de dormir
y deshilvanar las ideas para dejar espacio
al descanso, llegaste irrumpiendo
en medio de mis pensamientos.
 
Tu imagen se superpuso
sobre mis ideas que trataban
de desconectarse de mi memoria.
Primero eras tú, pero luego no solo eras tú
sino toda tú, es decir tus pensamientos,
tu figura, tus cabellos, tus carnes
y la legión de movimientos y vibraciones
que seguramente viajaron
desde tu cuerpo físico hacía ese viaje
abstracto para llegar al caos de mi noche.
 
Dejé que mi imaginación dibujara
la línea de tu rostro y luego
te fui dando forma hasta verte desnuda
como una flor solitaria en medio de un desierto.
 
A veces soy un desierto sin forma,
sin horizonte y entonces creo
en el universo moviéndose en la nada.
 
Tal vez es el momento mas extraño
porque adivino el origen de todas las cosas
y soy ese dios, que busca crear,
dar forma a la nada y ruego encontrar
ese condumio de elementos viscosos
apareciendo como pus,
oliendo extraño, vaporizando sombras.
 
Y allí tú, que según mi razonamiento
no debes estar en el hilo conductor
de mis ideas sino en la parte etérea
de las otras formas de vida
donde no soy parte.
 
Pero dejé que te quedaras para mirar
mas allá de tus ojos físicos que son encantadores.
Quería entrar a los aposentos de tu magia,
donde guardas celosamente a la Eva, milenaria.
 
Aquella que me busca seducir
con una mítica manzana que esconde
en medio de sus piernas para que no adivine
que su sexo huele a tierra fresca,
a ozono, a rio, al olor de la montaña.
 
El vaho espumoso de tu vino vaginal
subía embriagando mis sentidos
y rompiendo los cantaros de mis odres.
El éxtasis de la noche pasaba
del oscuro mate al oscuro profundo.
 
Viajábamos tomados no de la mano
sino de los fustes del viento.
Nuestros cuerpos se erguían
sobre la bóveda celeste en una
sinfonía musical que el silencio
impone como maestro de ceremonia.
 
No se en que momento me quede dormido.
Seguramente nos emborrachamos de amor.
Había tanto vino del que Jesús
hizo en las bodas de Canaán,
que era imposible no beberlo.
 
La copa de tu boca austera, metálica,
con un sabor a sangre recién derramada
llenaba tus pezones y eran puntos rojos
que como faroles me guiaban hasta
el frontispicio de tu pecho.
 
No podías abstraerte, dijiste cosas
como “no importa si estoy aquí o allá”.
Se que habrá lluvia sobre tu cuerpo
para limpiar el arado de otros surcos
y es lo de menos si pasaste la noche
conmigo de manera imaginaria o real.
 
Fue mi noche, la primera noche.
Vendrán muchas mas hasta que
llegues de manera presencial y tomes
el cáliz de nuestros cuerpos.
Habré despertado solamente
para volver a soñarte una y otra vez.

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